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Consideraciones sobre el aburrimiento en la adolescencia

A menudo las adolescencias se transitan de modo completamente silencioso o bien totalmente dramático. La presencia de síntomas no es rara: las adicciones, el aislamiento en juegos de red, los trastornos de alimentación, accidentes de tránsito, fuertes cuadros de inhibición, por mencionar sólo algunos. Estas conductas se caracterizan por un no poder parar. La apatía y la abulia son también frecuentes y en ocasiones la aparición de ideaciones suicidas son indicios de los más dolorosos escenarios. Este breve artículo tiene por función llamar la atención sobre el lenguaje de los actos en la adolescencia y la identificación de conductas que es necesario que los padres no naturalicen.

La adolescencia es en muchos aspectos un momento de la vida que representa una crisis vital, tomando en cuenta dos ejes principales: la separación de las figuras parentales y la dimensión insoslayable que implica la irrupción de la sexualidad en el cuerpo. Ambos ejes son de consideración medular para el pasaje a la adultez, esa prueba que implica el hacerse un lugar en el mundo. Es esperable que los y las jóvenes logren la exogamia, es decir, el establecimiento de vínculos confiables y de sostén por fuera del ámbito familiar.

Un reconocido cineasta, Andrei Tarkovsky, con sorprendente tino planteaba allá por los años 80s que el síntoma más alarmante, el mayor mal de época que el advertía, es que los jóvenes se dicen aburridos, no pueden disfrutar del estar solos. Es curioso cruzar estas reflexiones en la línea de tiempo: las consideraciones del cineasta se dan en el justo momento donde la industria del entretenimiento comenzaba su trabajo insidioso y sistemático sobre ese nuevo consumidor que eran los y las jóvenes. Por eso aquellos signos de la abulia y la apatía o el aislamiento compulsivo son conductas que no nacen de la nada, sino que tienen una historia que es necesario desentrañar.

En la actualidad los días se desgranan en lo que el filósofo Rodolfo Kusch llamó el patio de los objetos. Es decir, el sujeto vive sin nada que le falta, en un mundo donde al solo click se encuentra con el objeto. Ahora bien, esos objetos valen en tanto entran en relaciones de sentido entre las personas. La mayor paradoja de este estar rodeados de objetos, de posibles “deliverys” se encuentra en el hecho de ya no saber qué hacer con las manos, incluso en el hecho de no saber qué hacer con el objeto… El procesamiento del dato ha reemplazado a la invención. Esto da lugar a mucho debate y conversación: puesto que podría decirse que otra de las pruebas de la adolescencia es poder soportar cierta vivencia de insatisfacción, incluso para dar lugar a un proceso creativo como así también para descubrir los propios recursos.

Freud advirtió a principios del siglo pasado que los fenómenos de masas hacían decaer el sentimiento ético y útil de las personas, la falta de criterio y de dominio de sí eran el signo carácter de las multitudes. En la película La ola se hacen visibles los fundamentos del liderazgo como la necesidad identificatoria que exteriorizan los adolescentes a su paso. Así también, como el viejo fenómeno de idolatrar cantantes se condice en el desesperado esfuerzo por tener seguidores que pone al joven pendiendo ante un vacío. Cabe destacar que, si la imagen y la identidad se han vuelto una mercancía, la paradoja es iatrogénica especialmente para el adolescente ya que la identidad es un sitio de llegada y no de partida.

Podríamos decir de una manera somera que si un joven no logra estar solo difícilmente pueda encontrarse con sus pares. Luego de encontrarse con sus pares podrá reencontrarse con sus padres. Incluso el joven debe poder dominarse e invertir su polo anímico, encontrar eso distinto en él o ella, un espacio que no es él o ella ni es definitivamente el grupo, el afuera, etc. A veces la posibilidad de persistir en algo: cantar, tocar un instrumento, escribir, jugar un deporte, le da un plus para sostenerse en la difícil prueba que es la adolescencia. De todos modos, no se pueden hacer pronósticos generales, pero si decir que la creatividad permite demorar la respuesta maquínica en un circuito interno que produce lo íntimo. Es en ese mundo interno donde el joven se convierte en algo más que la propia máquina y logra la propia invención a partir de sumergirse en el caos del tiempo aburrido. En resumen, este combate contra el aburrimiento que desata la época, con la forma de un sinfín de divertimentos puede resultar paradójico especialmente para los jóvenes, pero también para los niños y los adultos.  

Las distintas complejidades que vamos mencionando cruzado con una verdadera pasión diagnóstica que aqueja a los profesionales de la salud mental en la actualidad y la respuesta rápida de la medicalización, dan un panorama delicado para el abordaje de la problemática adolescente. El dispositivo terapéutico que proponemos tiene por meta acompañar este difícil momento vital y también brindar orientación a los padres, con miras a disminuir los actos o conductas que pongan en riesgo la integridad física y mental de los y las jóvenes.